La gripe A se ha convertido en el tema central de todos los medios masivos de comunicación y de los anuncios del gobierno, por más que diversas fuentes aseguran que la misma no tiene mayor mortalidad que la gripe común. Esta nueva pandemia ¿qué particularidad tiene?, ¿qué la diferencia de tantas otras enfermedades altamente prevalentes en nuestro país como el dengue, el Chagas, la diarrea infantil o las enfermedades respiratorias en general, que se llevan muchas más vidas todos los años, sobre todo en las barriadas, donde el acceso al agua potable es un lujo y la vivienda precaria es moneda corriente?
Esta enfermedad afectó primero a la clase alta, a los que van con los nenes a Disney World, y por esa razón, entre otras, llamó la atención de los medios. No es sólo enfermedad de pobre - aunque como siempre ser pobre te la complica - y por eso interesa al gobierno lo suficiente como para tomar medidas drásticas.
Pero de hecho la solución propuesta es totalmente limitada. Que los niños no se contagien en la escuela y que los grupos de riesgo deban hacer cuarentena son medidas útiles siempre y cuando el resto de sus familias pueda hacer cuarentena con ellos y cuidarlos (y cuidarse). Si la pandemia es tal, cosa que no sabemos por las permanentes exageraciones y distorsiones de los medios, que en lugar de información brindan cifras catastróficas para asustarnos, las medidas deberían ser contundentes.
¿Pero qué burgués va a dejar de extraernos plusvalía por el bien de nuestra salud? El capitalismo necesita producir, y a los trabajadores, en su lugar de trabajo. Los empresarios no piensan suspender un solo día la maquinaria de explotación, y las medidas anunciadas por el gobierno sobre licencias y permisos sólo pueden llegar a beneficiar a aquellos con un trabajo en blanco, si no es que además perdemos el presentismo por la necesidad de cuidar de nuestras familias o de nosotros mismos.
La burguesía ya retiró a sus hijos de la escuela y paga niñeras, tutores, psicopedagogos, y hasta plataformas educativas virtuales para garantizar la enseñanza de sus niños. Sin embargo, la clase trabajadora no está todo el día en su casa para cuidar de sus hijos, y viaja hacinada hasta su puesto de trabajo, pudiendo contraer la enfermedad muy fácilmente para contagiársela a toda la familia, que no tiene enfermeras particulares.
La burguesía tiene acceso a la medicina de punta (privada), mientras que la clase trabajadora quizás tenga una obra social que no desbordó, pero ante la urgencia deberá recurrir a la salud pública, colapsada y desfinanciada desde hace años, antes del amanecer a contagiarse en los pasillos del hospital, mientras esperan su consulta. El panorama no es muy distinto al del resto de las enfermedades que afectan a la mayoría del país, ya que a las falencias del sistema de salud se suman la desinformación, la vivienda precaria, la mala alimentación, la falta de infraestructura de agua potable, luz, gas en los barrios, los salarios comidos por la inflación…
Como anarquistas proponemos una sociedad donde las relaciones sociales primarias se basen en la solidaridad y no en la explotación y el consumo. La responsabilidad social a la que nos llaman los medios, en medio del caos informativo, es impracticable en una sociedad en la cual la fiebre consumista y el individualismo son los valores reinantes. Algunos ejemplos concretos han existido en
En el marco del capitalismo, nunca veremos esfuerzos coordinados por erradicar todas las enfermedades evitables que azotan a la clase trabajadora. La burguesía no está interesada en el bienestar de todo el pueblo sino que, mientras la producción se encuentre asegurada, así como sus ganancias, Estado y Capital no se ocuparán de sostener un sistema de salud adecuado a las necesidades de la clase. Tampoco es su intención que se pongan realmente todos los recursos disponibles para enfrentar una pandemia, y así los equipos médicos privados o dedicados a la investigación en facultades e institutos siguen su ritmo tranquilo de uso mientras miles no cuentan con el acceso a los estudios y las terapias más caras.
Queremos desde
Los únicos que podemos construir un mundo distinto, donde cada cual aporte según sus posibilidades y reciba todo en la medida de sus necesidades, somos los hijos del pueblo que con nuestro trabajo hacemos funcionar al mundo. Sólo organizándonos para luchar y hacer caer este sistema de injusticia organizada podremos lograrlo y, para eso, es necesario que desde el hoy nos acerquemos a nuestros compañeros, estudiantes, docentes, trabajadores, y luchemos todos juntos contra los explotadores.