Día a día las condiciones de trabajo empeoran, la inflación nos baja el sueldo, nos despiden, nos suspenden. La amenaza se cierne sobre nuestras familias, no tenemos ni tiempo, ni plata, ni la tranquilidad mental necesaria para estudiar. Por esto es que la lucha por el presupuesto es central a los fines de estudiantes y docentes de la clase trabajadora. Un presupuesto que ya era escaso el año pasado y no se aumentó más que un 9% (compárese con la inflación real) en 2009.
Para los/as docentes, la lucha es necesaria porque el aumento de salarios, que demandan hoy el 95% del presupuesto universitario, requiere de un aumento del mismo (la Asociación Gremial Docente esta reclamando un 30% de aumento de emergencia, entre otras reivindicaciones). Un aumento también es fundamental para posibilitar el fin del trabajo ad honorem, nefasto mecanismo que profundiza el carácter elitista y excluyente de la Universidad.
Para los/as estudiantes, el presupuesto es necesario para la mejora de las condiciones edilicias, materiales de estudio, recursos de las cátedras y departamentos, etc., pero además porque es indispensable para permitir el acceso de quienes hoy se encuentran marginados/as de las facultades y mejorar las condiciones de aquellos/as que hoy permanecemos en la Universidad con un esfuerzo en el bolsillo.
En tanto el Estado es enemigo central de la clase trabajadora, es fundamental organizarnos para arrancarle una parte de todo lo que nos roba. Por ello, la lucha por un presupuesto que se traduzca en un mayor acceso y permanencia de estudiantes de la clase trabajadora, es también una lucha para poder disputar "que" y "como" se produce en la universidad, y generar conocimiento acorde a nuestros intereses y necesidades.
El Estado nos roba con sus impuestos al consumo (IVA del 21%) y sus impuestos al trabajo (que no es más que quitarnos una parte de la plusvalía producida) cuyos fondos destina para salvar a los/as poderosos/as. Por eso cuando escuchamos que un pobre de Formosa le paga la educación a un rico porteño y que, por eso, hay que arancelar la educación pública, tenemos que responder que no debemos aumentar aún más la injusticia excluyendo aún más a los/as trabajadores/as, sino justamente lo contrario, hay que luchar por un mayor acceso de la clase trabajadora al sistema educativo.
En los hechos se ve que brindar educación gratuita para todos y todas no es política de ningún Estado, por el contrario, su accionar, acorde a los intereses de la clase dominante, tiende a reforzar las desigualdades de clase en materia educativa. Por eso la educación gratuita no es algo que le pedimos sino que le arrancamos con la lucha.
Por este motivo es que creemos que el centro de estudiantes no debe parchar las fisuras del Estado. Un centro de estudiantes no debe ocuparse de mantener una estructura de servicios (fotocopiadoras, kioscos, comedores, descuentos “piolas”, etc.), sino que debe convertirse en la herramienta de lucha para combatir las políticas del Estado-Capital, siempre contrarias a nuestros intereses.
El centro de estudiantes que emparcha al Estado, no solo desvía fuerzas de nuestros objetivos sino que se convierte en un centro al servicio de estudiantes pasivos y, en muchos casos, pertenecientes a un sector privilegiado (y eso no lo cambia darle trabajos con la extraordinaria paga de 800 pesos a una docena de estudiantes de bajos recursos).
Este centro parche además adquiere la lógica de una patronal, aunque rotativa anualmente, que explota a los/as estudiantes de menos recursos que se ven en la necesidad de aceptar esos trabajos. Patronal que existe aunque algunos llamen al trabajo beca y al jefe coordinador. Una posible solución es la inclusión de los/as trabajadores/as en planta permanente no docente. De todos modos, creemos que ese reclamo por el mejoramiento de sus condiciones laborales, debe emanar de la organización de quienes trabajan para el centro, y no desde una agrupación externa a la misma ni mucho menos desde el centro de estudiantes patronal.
Todos los beneficios ofrecidos hoy como servicios por el centro de estudiantes, forman parte de las reivindicaciones centrales que se inscriben en el reclamo presupuestario y de educación realmente gratuita. Tenemos que arrancar del Estado más presupuesto para sostener apuntes, comedores, guarderías, etc.
Para ello, debemos comenzar a construir un centro asambleario, de lucha y no de servicios, donde la participación no sea solo un bonito slogan, con comisiones verdaderamente abiertas que puedan, no sólo debatir, sino decidir y ejecutar acciones concretas en todos los planos. A través de la organización de los/as estudiantes en función de la lucha, ampliando la participación con base en la democracia directa y no en la delegación, con línea política definida en asambleas como máxima instancia de decisión lograremos la fuerza para avanzar en nuestros objetivos.
El movimiento estudiantil organizado, de izquierda y revolucionario, es la herramienta con la que contamos para alcanzar aquello por lo que peleamos: la lucha por mayor presupuesto debe ir siempre unida a la lucha política para combatir la estructura y relaciones de poder que rigen en el sistema educativo, y que impiden que desde la Universidad podamos contribuir a la lucha por un cambio revolucionario.