Hace tiempo que venimos escuchando las mentiras que nos dicen desde arriba, que no hay inflación, que no hay despidos, y hasta nos dijeron que no había crisis. Pero nos es fácil desmentirlas con las duras realidades cotidianas, con ir al supermercado, con los aumentos de luz y transportes, y con los miles de nuevos desocupados.
Para colmo cuando aceptan que hay crisis, nos dicen que la estamos sufriendo todos, que nos afecta a todos. Nos dicen que esta crisis la sufrimos todos los argentinos, empresarios, obreros, empleados, docentes, especuladores, cuando en realidad nos están pidiendo que los de abajo paguemos los platos rotos del capitalismo que nos usa y explota. Cuando la producción aumenta y la economía va bien, la empresa se queda con las ganancias y nosotros recibimos las gotas que se caen de su copa, pero cuando hay crisis, somos los trabajadores que tenemos que cubrir las perdidas con nuestros puestos de trabajo. Mientras que nosotros nos jugamos el mango para comprar el pan, los empresarios se van a tener que conformar con ganar en vez miles de millones de dólares... un poco menos.
El Estado nos pide, no podía ser de otra manera, que nos ajustemos, que en esta crisis nadie se salva. Mentira. El Estado salva a sus compañeros de clase, salva a las empresas subsidiadas con nuestra plata, salvan a los deudores extranjeros, a los bancos, a las industrias que se declaran en quiebra porque se quedaron con la plata y que despiden a los obreros. Es el mismo Estado el que avala y paga parte de las indemnizaciones, en vez de no permitir los despidos. Todo sea por la santa economía, es decir por el capitalismo.
Esto no es invención de los Kirchner, pasa en todo el mundo. Justo cuando decían que los Estados estaban desapareciendo, que no intervenían en la economía, salen con más fuerza que nunca a salvar el capitalismo. Intervienen o no según las necesidades de los patrones. Los Estados están como garantes del capitalismo, no de los derechos del pueblo como nos han hecho creer.
Que a todos nos afecta, no tiene sentido protestar. “Si no hay, no hay” dice Macri. “Ni piso, ni techo”, dice la burocracia sindical. No hay piso para la explotación, no hay techo para la tajada de los burócratas. Los medios un día no hablan de despidos, pero sabemos que son más cada día los miles de trabajadores desocupados, otro día nos infunden el miedo de quedar sin trabajo. Si somos uno de los pocos “privilegiados” que conservamos nuestro puesto, mejor quedarnos callados, aunque nos bajen el sueldo.
¿Solución a la crisis?
Entendemos que el problema es el capitalismo en si, y no una crisis, o un gobierno a cambiar. Pero ante este panorama resulta irreal y absurdo pedir la nacionalización de los recursos, o pedir al Estado que lleve medidas progresivas al socialismo. Pues, por un lado, es el Estado quien con sus policías y militares, con sus sistemas punteriles y sus leyes ahoga las luchas, siempre favorecerá a las élites. No podemos confiar en el Estado para llevar a cabo estas medidas en la actual correlación de fuerzas, sin analizar su factibilidad cuando se esta jugando el pan diario.
Como también es absurdo proclamar que el capitalismo se cae por más poderosa que sea la crisis. El sistema no se cae, se derriba. Nadie nos va a regalar nada, tenemos que arrancárselos con la lucha.
Los sectores reformistas, que creen que puede existir un “capitalismo bueno” acusan que la solución es el control del Estado sobre el capital, reduciendo el papel del pueblo trabajador a un simple reclamo a nuestro supuestos “representantes”. Además de no considerar, que en la historia el capital se ha dado ya antes regulaciones cuando le convenía para sus ganancias y se las ha quitado de encima cuando dejaron de convenirle.
El Estado no es sino un complemento de las patronales y el capital financiero. El único garante de los interese del pueblo, es el pueblo mismo, organizado y en la calle, no algunos representantes que hagan las concesiones necesarias según sus intereses.
¿Qué hacemos como estudiantes y trabajadores?
Los estudiantes que ya sufrimos como trabajadores (reduciendo así nuestras posibilidades de educarnos) también sufrimos en el ámbito educativo ser los patos de la boda, aunque aquí el gobierno se jacta de no haber bajado el presupuesto. Claro, un presupuesto que nunca alcanzo para dar un aumento al mísero salario de los docentes, si es que se les pagaba, un presupuesto que no alcanza para dar becas de fotocopias, materiales y viáticos para acercar a los trabajadores a los ámbitos educativos, que no alcanza para edificios en condiciones para estudiar, sin baños, techos que se caen, o donde llueve mas adentro que afuera.
Consideramos que el cambio no es posible realizarlo a través del Estado, sino por medio de la organización de los trabajadores y por la vía revolucionaria. Esto no implica que no vayamos por mejoras parciales, sino que éstas vayan dirigidas a una transformación de fondo. Es necesario pedir más presupuesto, pero debemos conocer y poder decidir a dónde va, para qué se usa esa plata, sino solo irá a engordar los proyectos de los decanos. Tampoco pedimos más plata para poder estudiar tranquilos, sino que debemos discutir a quién sirve la educación universitaria, para qué nos forma y sobre todo quién accede a esta. No pedimos mas presupuesto para sostener esta educación que forma a los futuros patrones y tecnócratas, sino para destruir la educación de dominación y construir una educación libertaria.
Los estudiantes y docentes como trabajadores debemos organizarnos y luchar codo a codo con otros sectores que luchan por las mismas reivindicaciones, por sus puestos de trabajo, mejoras de las condiciones en las que se trabaja y por el fin de la precarización.
Nadie luchará por nosotros, ni “vanguardias” ni “representantes”: para ganar nuestros derechos debemos vencer la inacción y el miedo, el único derecho que tenemos los oprimidos es aquél que somos capaces de defender en la calle.